Miro a mi hijo en plena efervescencia y pienso que si alguien es capaz de negar que el TDAH exista, como trastorno o como quieran llamarle, es porque no ha tenido un hijo así.
Miro su cuerpecito sin un ápice de grasa, pura fibra, normal, no para un segundo. No anda baila por la calle, no juega en la arena salta sobre ella, no entra al agua vuela sobre el mar.
Miro a mi hijo y de repente lo veo súper concentrado en algo, pero ya ha pasado, demasiado rápido, sale disparado a hacer otra cosa. Los demás están haciendo un castillo de arena, pero él va corriendo sin parar de un sitio a otro de la playa. Las ideas bullen en su interior como una olla a presión. Es verano… Es libre¡¡¡
Miro a mi hijo y pienso que sí, que él ve la vida desde su propio prisma, no está haciendo lo mismo que nosotros porque ni mira lo mismo, ni ve lo mismo. Porque es incapaz de prestar atención a un solo juego, y sin embargo, estoy segura que él está mirando muchas otras cosas y detalles que a los demás se nos escapan.
Miro a mi hijo y veo como en su veloz carrera arroya las demás construcciones de la playa y llena de arena las toallas pidiendo perdón por las molestias, demasiado tarde quizás.
Miro a mi hijo y pienso que es un corazón puro, sin rencor, sensible, sincero y honesto.
Miro a mi hijo y veo que es un niño, demasiado pequeño todavía para soportar tantas exigencias a lo largo del curso.
Miro a mi hijo y pienso si el año que viene será capaz de afrontar el curso escolar, si mantendrá sus amigos, si tendrá la suerte de contar con un buen profesor que le comprenda.
Miro a mi hijo y veo todas sus marcas de guerra, moraduras, cicatrices, arañazos, consecuencia de un espíritu aventurero, intrépido sin consciencia del peligro
Miro a mi hijo y pienso como un cuerpecito tan pequeño es capaz a veces de desesperarnos tanto, de provocar tanto nivel de estrés, de volverme tan loca.
Miro a mi hijo y le veo jugar en la playa, ajeno a todas mis preocupaciones, con la mente puesta en todo o nada.
Miro a mi hijo y me invade una ternura infinita, un amor incondicional capaz de mover el mundo
Miro a mi hijo y sé que va a ser algo grande, porque él es único y asombroso.
Me ha encantado y me he identificado con cada una de tus palabras he llorado desde el primer renglón pero la última frase es la mejor Miro a mi hijo y me invade una ternura infinita, un amor incondicional capaz de mover el mundo.
Muchas gracias. Un abrazo
Nadie lo podría explicar mejor.
Has descrito con total perfección el comportamiento de mi hijo. Los niños con TDAH, los grandes incomprendidos por la sociedad.