Las actividades extraescolares para cualquier niño, y en especial para un niño con TDAH, tienen que ser algo divertido. Muchas veces apuntamos a los niños a aquellas actividades que nosotros queremos y no a aquellas que nuestros hijos desearían.

Los niños pasan ya muchas horas en el colegio y por tanto necesitan su ratito lúdico para desconectar, la actividad extraescolar debe ser algo que les guste y les motive.

En concreto para un niño con TDAH las actividades extraescolares pueden cumplir diversas funciones: como fuente de desahogo o canalización de energía, como fuente de sociabilización y como fuente de motivación de su autoestima.

No voy a pronunciarme sobre actividades concretas porque pienso que cada niño es un mundo y a cada uno le gustan cosas diferentes. Los deportes de equipo pueden ser muy positivos para el refuerzo social y  el establecimiento de rutinas, así como otras actividades que exijan cierta concentración como el ajedrez pueden servir para potenciar el autocontrol, la previsión de estrategias o la planificación. Pero, insisto, cada niño es distinto y hay que respetar sus gustos.

Eso no significa que a veces no les demos un “empujoncito”, si le pregunto a mi hijo me dirá que no quiere hacer ninguna actividad. Sin embargo, hemos probado todas: baloncesto, fútbol, natación, tenis, judo, robótica, ajedrez, etc. Es importante dejarles elegir lo que les gusta, pero también podemos darles a probar diferentes opciones aunque al principio sean un poco reticentes….eso sí, en el momento en que mi hijo me dice tres veces que no quiere ir o no le gusta, pienso que no debemos obligarles a hacer esa concreta actividad.

Además, muchas veces hay que tener cuidado con el efecto contrario, esto es, que dicha actividad extraescolar no este provocando una merma en su autoestima.

Os voy a relatar dos casos en mis propias carnes:

CASO 1: Mi hijo va a fútbol como actividad extraescolar.

Mi hijo no es (o era) un crack del fútbol, se apuntó a fútbol como actividad extraescolar porque iban sus amigos. Sin embargo, se pasaba toda la clase distraído no prestaba atención ni interés alguno, y consecuencia de ello su entrenador no le sacaba en los partidos porque: “no atendía nunca a las explicaciones y estaba todo el rato moviéndose en el banquillo”. Evidentemente mi hijo, aunque parecía que no iba con él, sabía perfectamente todos los jugadores que salían en cada partido, y también que él siempre salía en el último minuto, si es que llegaba a salir. Y la consecuencia inmediata fue: ya no me gusta el fútbol desapúntame.

Su madre (YO) pese a que no me gusta nada decirle a alguien como hacer su trabajo y considero que cada profesional está en su posición y hay que respetarlo, acudí amablemente a hablar con el entrenador para decirle que mi hijo es muy nervioso, que tiene problemas de atención y que «no lo hace adrede», que necesita motivación porque el castigo le produce más frustración. Afortunadamente, el entrenador que era muy joven pareció comprenderlo enseguida y desde ese mismo instante, lo puso a realizar los saques, le regaló un pito de árbitro, lo sacaba siempre en los partidos….Mi hijo “el niño más feliz del mundo”. Ahora quiere cromos de fútbol todo el día, se ha comprado guantes de portero, se conoce todos los jugadores de cada equipo, no se despista ni un segundo en los partidos, incluso a veces es el máximo goleador.

En definitiva, mi hijo ahora adora el fútbol y disfruta en los partidos como nadie. Ese simple cambio ha provocado un gran refuerzo en su autoestima y sobretodo ha contribuido mucho a su sociabilización.

También me doy cuenta que sus propios compañeros valoran ese cambio, porque cuando mi hijo mete un gol los vítores son mayores, y cuando acaba el partido y ha metido varios goles todos los compañeros se dirigen a mí para decirme que ha sido él quien les ha hecho ganar el partido. Cuando mi hijo mete un gol y sus compañeros lo levantan en “volandas” simplemente se me pone la piel de gallina, algo que no me pasa con mis otros hijos –al menos no tan intenso- porque sé que para él, que recibe demasiados reproches al cabo del día,  es muy importante.

Como dice Dani Martín (el cantante), hiperactivo reconocido y por eso solo ya me encanta, en su libro

[i]: “lo que se me da bien me gusta”.

CASO 2: Mi hijo iba a tenis como actividad extraescolar.

A mi hijo le gusta el tenis pero en clase se despista, va bailando por la pista y se le olvida recoger las bolas. Su profesor le pone casi todos los días mala o muy mala puntuación en comportamiento y técnica en un cuadernillo. Cuando les comentan a los niños que van a dar premios en función de los puntos y mi hijo sabe que no tiene puntos, lógicamente me dice que ya no quiere ir a tenis porque no le gusta. Su madre (YO) va a la escuela a explicar de nuevo la situación y pedir que le den más refuerzos positivos para motivarlo. Al día siguiente mi hijo recibe tres estrellas positivas y está tan contento que les pide a los reyes magos una raqueta nueva porque va a ser como Nadal.

Por desgracia la situación dura poco, porque el profesor decide que eso solo fue un día pero como su comportamiento sigue siendo “malo”, lo único que se merece es que le vuelvan a poner puntos negativos para que “aprenda a obedecer”. Mi hijo no “aprende”, sigue igual, y ahora ya no quiere ir al tenis más.

En definitiva, las actividades extraescolares son buenas en la medida en que a tu hijo le gusten y las disfrute, tienen que servir para sacar algo positivo: si motivas a un niño con TDAH los resultados pueden ser extraordinarios.

[i] “Soñar no es de locos: mi pequeño recorrido”. Pág. 238. Javier Menéndez Flores, 2011.